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El espacio público, la calle, ha de ser un punto de encuentro, uso, disfrute y de paseo para todos los ciudadanos y para ello, en la vía púbica, tiene que haber un ambiente pacífico y seguro. Para que esa buena convivencia sea una realidad es imprescindible valorar en su justa medida el trabajo que realizan cada día los cuerpos y fuerzas de seguridad. Para realizar su servicio de forma eficiente, necesitan los medios humanos y materiales suficientes que apoyen su labor: número suficiente de personal policial para poder cubrir el territorio que han de cubrir; vehículos motorizados en perfecto estado; buenas telecomunicaciones; equipación y medios de defensa adecuados y adaptados a su trabajo; uso de las nuevas tecnologías etc… y entre los medios de apoyo que pueden utilizar, están las video-cámaras de vigilancia en la vía pública.

La implantación del uso de cámaras de vigilancia en las calles de nuestras ciudades siempre genera grandes debates entre sus defensores y sus detractores. Los que se posicionan en contra del uso de cámaras en la vía pública suelen alegar que su implantación va en contra de la privacidad de las personas, que atenta a nuestra libertad individual y que es propio de una administración represiva que nos quiere controlar las 24 horas del día (“Big Brother”). De forma resumida, estos son los argumentos que suelen esgrimir los detractores de la implantación de video-cámaras en la vía pública. Por este motivo, este debate se suele simplificar con el “libertad versus seguridad”.

Por mi parte, soy un defensor del uso de cámaras en nuestras calles. La implantación de cámaras que vigilen nuestros espacios públicos no coartan para nada nuestra libertad individual, por lo que el lema del debate de “libertad versus seguridad” lo encuentro totalmente erróneo y mal planteado. Todo lo contrario, pueden ayudar a intentar que nadie atente contra nuestra libertad. De forma esquemática daré algunos argumentos que justifican el uso de las video-cámaras como medio de apoyo de al trabajo de la policía:

• No afecta a la libertad individual ni a la privacidad de ninguna persona: las cámaras se instalan en espacios públicos, espacios abiertos que son de toda la comunidad. No estamos hablando de espacios privados ni de interiores de propiedades privadas. Por lo tanto la privacidad de nadie no queda dañada.
• Supervisión de las cámaras y sus grabaciones: la supervisión de las cámaras las realizan los profesionales de la seguridad pública que son los responsables de nuestra seguridad. Y las grabaciones sólo pueden ser visionadas con autorización judicial y motivada para identificar un delito cometido y/o a su responsable.
• Efecto disuasorio y preventivo: la presencia de una video-cámara en la calle sólo le puede molestar a aquella persona que tiene la intención de cometer un delito o un altercado público. Ante la presencia de una cámara, la persona que tiene la voluntad de cometer un robo (por ejemplo), se lo pensará varias veces ante la posibilidad de poder ser reconocido y posiblemente acabará por no cometer ningún tipo de delito.
• Adaptarse a las nuevas tecnologías: los cuerpos y fuerzas de seguridad, para realizar mejor su trabajo, han de aprovechar todas las oportunidades que nos pueden ofrecer las nuevas tecnologías. Un ejemplo que podría citar es la existencia cámaras con reconocimiento facial, que con autorización judicial, podrían ayudar a reconocer a delincuentes peligrosos buscados por la justicia (la policía china está probando gafas con reconocimiento facial para identificar a sospechosos. A los pocos días de su uso, detuvieron a siete presuntos delincuentes). Igual que hay delincuentes que aprovechan los avances tecnológicos para poder cometer el delito con mayor efectividad; la policía no puede ir por detrás del delincuente en este sentido.
• Las experiencias son positivas: en aquellas sociedades, ciudades o barrios en las que se han instalado video-cámaras de vigilancia en la vía pública, no se han dado posteriormente movilizaciones para que sean retiradas. Todo lo contrario, hay muchos ejemplos de reclamaciones vecinales de diferentes ciudades que ante los problemas de seguridad en su barrio reclaman que se instalen cámaras tanto para mejorar la situación que se da de inseguridad como para identificar a las personas que perturban la buena convivencia.

Ejemplos positivos de la implantación de video-cámaras de vigilancia hay muchos, pero por poner algunos, citaré dos:

• Madrid: desde hace años, la ciudad de Madrid tiene instaladas cámaras en diferentes puntos céntricos de la ciudad como apoyo al trabajo policial y nadie cuestiona su presencia. Incluso dentro de las instalaciones de la red Metro de la ciudad hay más de 1.000 cámaras repartidas por todos sus pasillos y andenes. Lo que refuerza esta opinión positiva de este tema en la ciudad de Madrid es la reclamación de los vecinos del barrio de Tetuán, que reclaman al actual ayuntamiento la instalación de cámaras por los problemas de convivencia que hay.

• Londres: algunos informes  dicen que en la capital inglesa hay alrededor de unas 500.000 cámaras de vigilancia, casi todas de propiedad privada, y de éstas unas 40.000 son públicas (entre de propiedad privada y pública, en el Reino Unido se han recontado unos 4.2 millones de cámaras, lo que supone una cámara por cada 14 habitantes). El grado de aceptación por parte de los ciudadanos británicos se ven en las encuestas en las que el 80% se muestra favorable a la instalación de video-cámaras en la vía pública.

Creo que hay motivos suficientes como para ver más “pros” que “contras” a favor de la presencia de cámaras de vigilancia en los espacios públicos pues ayudan al trabajo de la policía a que tengamos una sociedad más segura, que no atenta contra nuestra libertad ni privacidad y al único que le ha de preocupar la presencia de una cámara en la calle es a aquel que tiene la voluntad de cometer un delito.

https://elpais.com/ccaa/2018/03/13/madrid/1520968295_376298.html